Extracto del libro «Ayurveda y Meditación» escrito por la Lic. Rosana Molho y el Dr. Jorge Luis Berra, publicado en la revista Uno Mismo (junio 2012)
«Aunque no logres hacer una meditación perfecta, no desistas por ello. Si las distracciones se multiplican, no te desanimes. Ejercítate en la paciencia, te enriquecerás lo mismo». San Pío de Pieltrecina.
Técnica de la meditación en la luz
Elijo la Técnica de la Meditación en la Luz por los siguientes motivos:
1)Es una técnica probada a lo largo del tiempo, y enseñada de manera regular por muchísimas líneas espirituales tanto orientales como de occidente.
2)Es sumamente sencilla, y por eso no tiene casi restricciones en cuanto a las personas que pueden acceder a ella. Pueden acceder a este aprendizaje personas adultas de todas las edades, estratos sociales y culturales.
3)Tiene una base totalmente respetuosa de las creencias de cada persona, y por eso cada uno puede incorporar en ella su propia cosmo-visión y perspectiva del mundo y de la realidad. Además de no contradecirse con ninguna forma de pensamiento o filosofía, no hace falta tener alguna creencia.
Paso a paso
Encendemos la llama Nos ubicamos en la posición adecuada y, con los ojos cerrados, de esta manera abrimos la práctica. Es de suma importancia, en este punto, el confiar el ejercicio a nuestra conciencia, al Sen a nuestra Inteligencia profunda. Comenzamos con la práctica de respiración armónica aprendida, hasta sentir que es el momento de continuar…
Paso 1: ‘Estoy en la luz…»
Visualizamos la llama de luz enfrente nuestro, iluminándonos.
Luego, llevamos la llama hasta el entrecejo. Allí convocamos a nuestros sentidos más fuertes, la vista y el oído con una imagen y con algún sonido. La imagen puede ser la de la llama de la vela que tenemos enfrente, o cualquier otra que represente el todo, la creación el infinito. Visualizamos esa imagen, mientras repetimos internamente algo que nos inspire en la dirección adecuada. Puede ser, soy la luz, o bien soy el todo, soy el infinito, etc. Combinamos la repetición con la respiración. Inhalamos, y allí observamos cómo la luz con todas sus cualidades nos permea y envuelve, y en la exhalación dejamos ir cualquier tensión, ansiedad, miedo, dolor o malestar físico, etc.
Paso 2: «La luz está en mí…»
Visualizamos nuestro corazón como si fuera una bella flor, de muchos pétalos, que se abre suavemente.
La llama ingresa por nuestro entrecejo, y desciende hasta el centro de nuestro corazón, instalándose firmemente en él, y aumentando su intensidad, hasta iluminar nuestro ser interior. Visualizamos y experimentamos la presencia de la luz en nuestro cuerpo. Realizamos un recorrido sereno por todo nuestro cuerpo, desde los pies hacia la cabeza. Nos detenemos en todos los lugares donde observamos tensiones, o algún malestar o dolor. Iluminamos todos los lugares que vamos recorriendo, devolviendo vitalidad y salud a cada zona. La luz se expande de manera espontánea por todos los órganos internos, dando brillo a todos los sistemas de nuestro cuerpo. Recorremos el sistema reproductor, los genitales, todo el sistema digestivo, respiratorio, el corazón, el sistema urinario, la médula espinal, el sistema nervioso central, etc. Y la luz finalmente se eleva desde la zona sacro coccígea subiendo por el interior de la columna vertebral, recorre toda la médula, ilumina la cavidad craneana, y se eleva finalmente por la coronilla expandiéndose sin límites.
Logramos visualizar mayor circulación en nuestro cuerpo, y revitalizamos cada una de nuestras células y tejidos. La luz se expande a través de cada uno de los poros de nuestra piel. La luz recorre nuestros pies, piernas, brazos y manos, cada uno de los órganos de los sentidos, que son un puente entre el interior que procesa y el exterior que emite estímulos. Todo es permeado por la luz blanca, fuerte y potente que simboliza la fuerza y la sensibilidad exquisita del ser, representante en el hombre del infinito, del universo, de la creación entera.
Paso 3: «Yo soy la luz…»
Permitimos que la luz nos envuelva, convirtiéndonos en una antorcha, en un sol radiante, cuya luminosidad se expande en círculos cada vez más grandes, envolviendo a todos nuestros seres queridos, conocidos y aún los desconocidos. Seguimos irradiando luz a nuestro país, al planeta y todos los que viven en él. Nos expandimos más aún y la luz llega a todos los soles, sistemas y estrellas del universo.
Permanecemos en el silencio, disfrutando de este momento de paz, unión y contemplación. Nos quedamos simplemente percibiendo el latido de nuestra pequeña vida, fluyendo en una existencia mayor haciéndose una en la creación misma. Somos conscientes de nuestra respiración conectada con la totalidad. Hay una inhalación y exhalación mayor a la nuestra con la cual nos unimos, nos alineamos y terminamos siendo respirados por ella. Luego volvemos a recorrer el camino de regreso. Hasta reencontrarnos con la luz en nuestro corazón.
Sabiendo que siempre está allí, iluminando. Que podemos volver cuando lo deseemos, porque es nuestro interior el que se abrió, y nos otorgó ese momento de paz real. Agradecemos a ese lugar profundo de cada uno, en el que confiamos, y que guió certeramente este camino. Concluimos nuestra práctica. Y repetimos internamente nuestra intención de paz, para que se haga realidad en los tres planos de existencia, el material, el mental y el espiritual. Para nosotros y para todos los seres.
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